viernes, 20 de mayo de 2011

Adios, Adolfo... y gracias!


Hace muchos años, cuando un servidor era un mico, me atrajo sobremanera el único equipo de primera división que confiara en jugadores extremeños: el Atlético de Madrid. Unos años más tarde la nómina de extremeños en el club colchonero volvió a aumentar con un chico de Pueblonuevo que jugaba en el CD Badajoz y del que se esperaba mucho. Era Adolfo Muñoz. De nuevo el corazón rojiblanco de los extremeños latía con fuerza. Adolfo estuvo cuatro temporadas en el Madrileño para recalar después en el Murcia de primera división y más tarde en el Logroñés.

Adolfo llegó después a los banquillos. Primero en su pueblo y después de varios equipos (entre ellos el Sporting Villanueva, donde estuvo 6 temporadas) llegó al CD Badajoz. Cogió un equipo en tercera. Desarbolado, tras el fracaso de Fael, una apuesta de algún directivo del club para echar a José María Sánchez Guerra, Job, otro histórico del Badajoz y del fútbol extremeño. Adolfo dotó al equipo de una personalidad. El equipo ganaba, arrasaba y, sobre todo, después de años muy difíciles, volvia a provocar el orgullo en sus aficionados como antaño. Adolfo consiguió el campeonato de la tercera extremeña y en la aventura de Mancha Real, el ascenso. El decano del fútbol extremeño volvía a la categoría de bronce del fútbol español. El de Pueblonuevo estaba exultante: había triunfado con su equipo de toda la vida, en su tierra, en su ciudad. Algo siempre complicado.

La temporada 2010-2011, Adolfo se presentaba en la 2ªB con un equipo que hacía aguas por todas partes. Sin delanteros claros, con un centro del campo inexperto y una defensa descompensada. Los principales valores del equipo eran (aparte de las ganas por volver) Tete y Cajoto. Adolfo realizó una aceptable pretemporada y un espectacular arranque de la competición. Muchos se emocionaron con los buenos resultados del equipo y se crearon espectativas. Adolfo sabía que el equipo cojeaba, sobre todo en la pata de la experiencia, pero esos buenos resultados no le apoyaban en sus peticiones a Carlos Uriarte de un 9 claro y refuerzos para todas las líneas. Además, el Club estaba preparando el proceso concursal, con lo que los gastos debían ser meditados al cien por cien.

Y llegó la sequía. Los malos resultados estaban provocados por dos factores que Adolfo, sutilmente y procurando que nadie se sintiera molesto ya había avisado: faltaba pegada y era un equipo muy bisoño que no sabía aprovechar las rentas. Los problemas se agravaron con las vacaciones navideñas y la marcha del único referente en punta del CD Badajoz, Paolo Etamané, y su posterior aventura con el pasaporte (aunque algunos cuentan otra historia. A partir de ahí, con algunos refuerzos invernales como el excepcional Curro, el equipo ha apelado más a la garra que al juego, a la épica que a la táctica, pero siempre con unos detalles tácticos muy notables por parte del entrenador.

Esa parte final de la temporada, como no puede ser de otra manera, los ojos de los aficionados se volvieron hacia Adolfo. Unos, los más, con confianza en él, aunque no tanto en la plantilla, y con mucha comprensión por las escasez de medios. Otros con mucho cariño pero también convencidos que un cambio en el banquillo podía servir de revulsivo. Y otros, los menos, increpando incomprensiblemente al entrenador. Carlos Uriarte aguantó incluso las acometidas de algunos de sus directivos y, pienso yo que forzado por las penurias económicas, mantuvo a Adolfo en el equipo, que se salvó por los pelos en una agónica tarde, con la victoria sobre el Universidad de Las Palmas.

Adolfo se marcha y se le ve cansado. No es el entrenador que llegaba hace dos temporadas con ganas de triunfar en su equipo (y repito, lo ha hecho: asecenso y permanencia, los objetivos de las dos temporadas cumplidos). Seguramente, como él mismo ha declarado en rueda de prensa, ha crecido como técnico. Se va, además, como un señor. Sin una palabra más alta que otra (salvo las del pasado domingo, indignado por el trato recibido por parte de algunos medios de comunicación públicos, que en la rueda de prensa de su despedida ha acertado a corregir: "Muchas gracias a todos, de verdad y sin excepción"). Volverá a entrenar, esperemos que manteniendo o, quien sabe, superando la categoría. Yo, particularmente, me uno a los que querían que siguiera la próxima temporada. Me ha entristecido puesto que es una persona cercana, sincera y profesional. Personalmente creo que pudiera haber seguido creciendo en este equipo, aunque si nadie le ha asegurado una plantilla altamente competitiva, es comprensible que ahora piense que su ciclo esté acabado, según los parámetros del fútbol en nuestro país. Sabe que una vez aplacada la euforia por la salvación, las críticas volveran a centrarse en él y puede que entonces fueran más de tres o cuatro. Su opción ha sido acertada para su futuro. Espero que la historia y el devenir del fútbol vuelva a unir su destino al del equipo centenario. Mientras tanto, adios, Adolfo... y muchas gracias.

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